¿Por qué la angustia es el vértigo de la libertad?: Kierkegaard

Puede compararse la angustia con el vértigo. Aquél cuyos ojos son inducidos a mirar en una profundidad que abre sus fauces, siente vértigo. Pero, ¿ en dónde reside la causa de éste ? Tanto en sus ojos como en el abismo, pues bastaríale no fijar la vista en el abismo. Así es la angustia el vértigo de la libertad. Surge cuando, al querer el espíritu poner la síntesis, la libertad fija la vista en el abismo de su propia posibilidad y echa mano de la finitud para sostenerse. En este vértigo cae la libertad al suelo.

Kierkegaard, El concepto de la angustia (1884)

El concepto de la angustia

Kierkegaard rechaza el optimismo del idealismo al considerar absurda esa identificación hegeliana entre lo real y lo racional y vana esa pretensión de poder alcanzar una verdad absoluta. Para Kierkegaard, la única y verdadera realidad es el individuo real y concreto: el hombre que siente, sufre y comprende la vida a través de sus propias experiencias, experiencias que son incomunicables a los demás.

Solo existe el individuo singular, que es pura contingencia, persona irrepetible, imprevisible. Nada en el individuo es necesario y absoluto. Por este motivo, es preciso profundizar en el sentido de la existencia, advertir claramente el inmenso abismo que separa a los seres finitos de lo infinito, considerar la miseria de lo contingente y lo absurdo que resulta obrar y comportarse como si la vida dependiese de uno mismo.

El hombre, dada esa carencia absoluta de necesidad y absolutez, es posibilidad infinita, total indeterminación: libertad. En cuanto que el hombre es consciencia de lo posible, se siente libre ante las inmensas alternativas que hay y se le ofrecen entre el ser y la nada. 

Tomar conciencia de esta situación es sentir y vivir la angustia de lo posible. Por este motivo, la condición humana es perenne inquietud, angustia ante un futuro eventual y contingente. Frente a este futuro, el hombre prueba el vértigo de la nada, la posibilidad, siempre inquietante, de pecar y condenarse. (Kierkegaard , en su propuesta, siempre tiene presente la visión protestante sobre el pecado y la predestinación)

De esta situación angustiosa, deriva la desesperación, enfermedad mortal del yo, camino sin salida, porque cualquier opción comporta el inevitable riesgo de pecar. Sin embargo, la vida, la existencia, se resuelve optando. 

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